Abordaje terapéutico de la gastroenteritis aguda en niños, ¡descúbrelo!
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27 de julio de 2024El descubrimiento y desarrollo de los antibióticos, junto con las vacunas, la higiene general, la cloración de las aguas de bebida y el tratamiento de las aguas residuales, pueden ser considerados como el avance más importante de la humanidad en materia sanitaria: el incremento de la esperanza de vida de los seres humanos y de la población humana en el planeta tiene en los antibióticos a uno de sus máximos responsables. Sin embargo, una amenaza se cierne sobre ellos en los últimos años: la selección de microorganismos resistentes a muchos de esos antibióticos que eran, hasta ese momento, perfectamente eficaces. El origen de este fenómeno es variado: por ejemplo, el abandono del tratamiento antes de completarlo al encontrarnos mejor o el uso frente a infecciones víricas para las que son completamente ineficaces. En algunas ocasiones, el abandono del tratamiento puede deberse también a la aparición de algunos efectos secundarios, aunque en número y gravedad muy bajos, como son las diarreas.
En general, estos efectos secundarios son pequeños puesto que son medicamentos muy seguros (afectan a bacterias, cuya fisiología es muy distinta a la de nuestras células), aunque entre los más molestos y frecuentes que pueden surgir se encuentran los gases, las molestias gastrointestinales o esas diarreas que pueden afectar hasta un 21% de los niños y hasta un 70% de los adultos tratados, dependiendo del tipo de antibiótico usado (1). La explicación más directa de su aparición es la modificación de la microbiota intestinal puesto que los antibióticos no discriminan entre bacterias comensales (beneficiosas) y patógenas. También hay explicaciones indirectas como la alteración de la producción de moco intestinal que provocan algunos antibióticos. Ese moco intestinal es consumido por algunas poblaciones microbianas por lo que, ante su carencia, disminuyen.
Esta modificación de la microbiota se traduce en varios fenómenos. En primer lugar, se produce una disminución de la diversidad microbiana intestinal, es decir, del número de microorganismos distintos, no del número total de ellos en el intestino. La microbiota se uniformiza y se seleccionan microorganismos que son resistentes al antibiótico particular que se esté usando. Entre ellos se encuentran algunos especialmente preocupantes como Clostridioides difficile. En segundo lugar, esa eliminación de las bacterias comensales que viven en el intestino produce, además, una alteración en la degradación de algunos compuestos alimenticios y el incremento o disminución de la producción de determinados metabolitos microbianos, algunos de ellos necesarios para el desarrollo o el mantenimiento de nuestros tejidos como, por ejemplo, los ácidos grasos de cadena corta (SCFAs, en inglés). Es como si cambiamos a los operarios de una cadena de montaje de automóviles: los que se dedican a poner las puertas al vehículo lo más probable es que no sepan montar correctamente el motor y el coche no funcione como debiera hacerlo.
Esa alteración de la microbiota puede provocar diversos fenómenos durante nuestro desarrollo. Así, se ha descrito que cuando durante la infancia temprana (≤ 2 años) los niños son tratados frecuentemente con antibióticos se produce una alteración del desarrollo de su microbiota intestinal, así como una mayor frecuencia de asma, alergias y obesidad que se mantiene en la etapa adulta, y respecto de esta última, el riesgo de padecerla se incrementa en un 20% (2). También se ha podido constatar que existe una fuerte asociación entre el consumo frecuente de antibióticos en la infancia y el desarrollo de enfermedades inflamatorias intestinales como la enfermedad de Crohn (1).
¿Son útiles los prebióticos o los probióticos para recuperar una microbiota normal tras un tratamiento antibiótico?
Puesto que el proceso de recuperación de una microbiota similar a la inicial después del uso de un antibiótico puede demorarse al menos un mes y hay estudios que alargan este periodo hasta los 6 meses, ¿podemos hacer algo para acelerar la restauración de la microbiota normal durante o después de un tratamiento antibiótico? En el caso de los prebióticos, algunos estudios han comprobado que el consumo de inulina en niños obesos de entre 7 y 12 años tratados con antibióticos producen una disminución de su apetito, así como de la grasa que acumulan incrementando la presencia de bifidobacterias (1). Por el contrario, los resultados obtenidos con probióticos son mucho más variables y no siempre son claros e incuestionables. Así, en el caso de adultos principalmente, la eficacia es variable y dependiente tanto del probiótico, del antibiótico usado y del paciente. Aunque hay bastantes indicios positivos, el efecto beneficioso no siempre se alcanza (3). El uso de algunos probióticos sólo consigue una reducción media de 1 día en la duración de la diarrea y también una ligera reducción en el porcentaje de pacientes que la sufren, aunque los estudios son muy heterogéneos y la confianza en sus resultados es limitada (4).
Sin embargo, el trabajo científico con resultados más firmes fue realizado en niños que consumieron durante 200 días un producto a base de Lactobacillus rhamnosus GG (hoy Lacticaseibacillus rhamnosus GG) que permitió una reducción del uso de antibióticos en general, y de macrólidos en particular, durante un periodo de casi 3 años desde su consumo. Además, el consumo de este probiótico redujo también las molestias gastrointestinales (gases, diarrea) provocadas por este tipo de antibióticos, aunque este aspecto no fue debido a la reposición de la microbiota intestinal, la cual este tipo de antibióticos altera bastante. En cambio, las alteraciones de la microbiota intestinal producidas por penicilinas sí pudieron corregirse, reduciendo el incremento de Escherichia coli y el de Clostridioides difficile. se consiguió una recuperación de la microbiota (5).
Para terminar, algo que siempre debemos recordar es que cualquier aspecto relacionado con nuestro modo de vida va a modificar la microbiota que vive en las distintas localizaciones de nuestro cuerpo, no solo el uso de antibióticos. Nuestra alimentación, la ingesta de bebidas de diverso tipo que hacemos, el uso de cosméticos, el estrés, el baño en piscinas o el mar, el ejercicio físico al aire libre, la vida en las ciudades o el campo, tener y criar niños o convivir con mascotas entre muchas otras cosas, deja una impronta en nosotros, tanto en nuestros tejidos como en nuestra microbiota. Por tanto, consideremos a los antibióticos como a grandes aliados en la perpetua lucha contra la infección y perdonemos benévolamente los pocos efectos secundarios que provocan, aunque sean, a veces, molestos. Para ello podemos ayudarnos de estos otros aliados que son los probióticos.
Referencias bibliográficas:
- Kesavelu & Jog, 2023. Current understanding of antibiotic-associated dysbiosis and approaches for its management. Ther Adv Infect Dis. 10: 20499361231154443. DOI: 10.1177/20499361231154443.
- Duong et al, 2022. Antibiotic exposure and adverse long-term health outcomes in children: A systematic review and meta-analysis. J Infect. 85(3): 213-300. DOI: 10.1016/j.jinf.2022.01.005
- Ramirez et al, 2020. Antibiotics as Major Disruptors of Gut Microbiota. Front Cell Infect Microbiol. 10: 572912. DOI: 10.3389/fcimb.2020.572912.
- Guo et al, 2019. Probiotics for the prevention of pediatric antibiotic-associated diarrhea. Cochrane Database Syst Rev. 4 (4): CD004827. DOI: 10.1002/14651858.CD004827.pub5
- Korpela et al, 2016. Lactobacillus rhamnosus GG Intake Modifies Preschool Children’s Intestinal Microbiota, Alleviates Penicillin-Associated Changes, and Reduces Antibiotic Use. PLoS One. 11(4): e0154012. DOI: 10.1371/journal.pone.0154012.